jueves, marzo 31, 2005

 

Los primeros muertos españoles.

Escuadrón de Vigilancia y Alerta, EVA 24 Alfil de la Isla de Almadán, 1 de enero de 2.014. 02.35 horas.

A pesar de ser como el resto de Escuadrones de Vigilancia y Alerta, el EVA de Almadán era especial dentro del entramado de la red del espacio aéreo español. Al estar enclavada en las cercanías de la costa marroquí, y muy cercano al embudo del estrecho de Gibraltar, su zona de vigilancia y cobertura abarcaba bastante territorio y por tanto figuraba entre los elementos claves a la hora de una primera alerta en caso de un ataque aéreo desde las bases de Marruecos. Tampoco había que olvidar a los ingleses de la base conjunta de Gibraltar, que a pesar de compartirla bajo mando OTAN, seguían actuando un poco a su aire.
Aquella pequeña estación, colocada hacía apenas tres años había molestado infinitamente al gobierno marroquí, y a pesar de estar prevista desde la anterior legislatura del PP, en la época del Presidente Aznar, el gobierno de coalición del PSOE, ERC e IU había optado por demorar su construcción para no entorpecer los intentos de acercamiento que el gobierno del Presidente Rodríguez Zapatero realizó tras los encontronazos habidos por el PP, y que habían provocado un distanciamiento muy profundo entre España y Marruecos.
El subteniente Briones estaba en ese momento siguiendo en la pantalla a un MD-80 de AirPlus que empezaba ya a estar bajo control de la torre de Sevilla. Suspiró aburrido sabiendo que un día como aquel habría muy poco trabajo.
Fue un sonido, entre raro y remoto. Pero al cabo de un momento escuchó dos disparos y algunas voces entrecortadas en el vestíbulo de la sala de vigilancia. Se quitó los auriculares y miró con sorpresa y extrañeza a su compañero, el cabo primero González. Sin apenas tiempo para más, la puerta se rompió y con un estampido seco entraron varios hombres uniformados y con la cara pintada empuñando fusiles de asalto AK-101 de nueva generación. Los cuatro servidores que en ese momento se ocupaban de las dos pantallas de seguimiento, apenas se movieron y tardaron en percatarse de la situación. En apenas diez o doce segundos estaban todos siendo apuntados por aquel grupo de militares.

- Buenas noches, soy el teniente Hassad de la Compañía de Operaciones Especiales de la Infantería de la Marina de Marruecos. Desde este momento son ustedes prisioneros de guerra. Estén calmados y nada les sucederá. – habló el más cercano a ellos sin dejar de apuntarles con el fusil de asalto y en un castellano lleno de entonaciones magrebíes.

El subteniente Briones, como oficial de guardia, era el de mayor graduación y creyó oportuno intervenir en ese momento, a pesar de notar una especie de raspadura en la saliva que le impedía hablar con normalidad.

- Teniente, ¿qué significa esto? ¿Qué es eso de prisioneros de guerra?.- A pesar de su pregunta no le quedaba la más mínima duda que en ese momento se estaban haciendo realidad las más pesimistas premisas de los periodistas y comentaristas de radio acerca de lo que durante el último año, llamaban, el nada deseable conflicto armado con Marruecos.

El oficial marroquí había dicho la palabra correcta y esta era mucho más dura. No eran prisioneros de conflicto, sino de guerra y eso le pareció en aquel instante tremendamente duro de oír.

- Lo que he dicho, ahora levántense y deje que se les registre a usted y al resto de sus compañeros por mis hombres. – contestó el oficial marroquí cortando la conversación.

En ese momento, al levantarse del asiento desde el que controlaba la pantalla, el subteniente Briones pudo ver parte del pasillo exterior que daba al cuerpo de guardia y a la camareta en donde dormían los soldados que la formaban. Otro oficial marroquí ya controlaba los monitores de la red de cámaras de vigilancia de la estación y pudo ver como varios militares se movían y ocupaban posiciones. En el pasillo, un soldado español herido se quejaba mientras un sanitario marroquí le tapaba una herida de la que manaba bastante sangre. A su lado tres soldados marroquíes vigilaban apuntando sus fusiles de asalto y otro registraba a un segundo legionario español tendido en el suelo, inmóvil y con un pequeño charco de sangre a su derecha. Este ya no se movía y el subteniente Briones empezó a entender con contundencia, que estaban siendo atacados por el ejército de Marruecos.
Parecía irreal y casi absurdo, si no fuera por los heridos y al menos un muerto, que ya se podían contar entre los soldados españoles. Recordó de pronto los artículos de los periódicos y las tertulias de la radio en donde algún periodista apuntaba que Marruecos era una olla a presión a punto de explotar y que sin duda apuntaría a España. Entonces le parecieron tonterías y ganas de meter intranquilidad en el cuerpo a la gente. Ahora, al ver allí tirado al legionario muerto, empezó a sentir la sensación de verdadero miedo.



Posición antiaérea Sable, Isla de Almadán. 1 de enero de 2.014. 02.30 horas.

Ni siquiera había pensado que aquello fuera a ocurrir. Él era un simple cabo primero y entendía muy poco de política y además, si era sincero, le importaba un bledo. Pero sin embargo, nunca hubiera pensado que aquello pudiera suceder. Ni siquiera cuando los oficiales y mandos comentaban que las relaciones con Marruecos iban de mal en peor. Siempre pensó que todo quedaría en esos atentados y que finalmente la Guardia Civil terminaría por erradicar.
Ahora tumbado en el suelo y con un vómito frío ascendiéndole por el pecho, solo alcanzaba a ver de forma borrosa, a los soldados marroquíes de Operaciones Especiales que habían tomado por sorpresa la posición antiaérea en las afueras de Alboy. Sus uniformes mimetizados y sus rifles de asalto con silenciadores no dejaban lugar a dudas de cual era su misión. A su lado, un poco más a su derecha, el cuerpo de uno de los soldados de guardia, yacía boca abajo en el suelo y al lado de un extenso charco de sangre que se extendía lenta y densamente. El resto de militares españoles que esa Nochevieja habían prestado servicio en la posición antiaérea, estaban con las manos en alto o en la nuca, mientras los soldados marroquíes les apuntaban y obligaban a guardar el silencio.
El frío subiéndole en masa por el pecho aumentaba y apenas ya oía nada. Un sanitario llegó corriendo y se situó a su lado, pero no le entendía. Trató de distraerse de la situación de previa muerte que empezaba a sentir e intentó recordar algo de como había sucedido la toma de la posición. Solo le dio tiempo a verse de nuevo sacando un cigarrillo del paquete. Le pareció recordar que oyó risas y de pronto, sin saber cómo ni donde, se vio rodeado de soldados marroquíes apuntándole. Intentó desenfundar la pistola y notó dos impactos secos y fuertes, como una coz, en el pecho.
Pocos instantes después se vio rodeado por soldados marroquíes que rápidamente se desplegaron y ocuparon la posición y por un sanitario que nerviosamente intentaba taponar las dos heridas de bala. No sabía cuanto tiempo habían tardado ni el número exacto de hombres que habían intervenido. En ambos casos solo podía decir que habían sido muy rápidos y que no creía que fueran más que una sección. Empezó a pensar en sus padres y en las familiares cenas de Nochevieja en su casa. Le parecieron muy lejanas y cubiertas de un polvo que todavía las separaba más en el tiempo. Pensó también en su hermana y cuando de pequeña él tiraba de sus coletas para hacerla rabiar.
El sanitario marroquí seguía nervioso y hablando con rapidez. En ese instante, una neblina, casi dulce, empezó a no dejarle apenas oír ni ver. Se quedó sin fuerzas y notó que ya no estaba allí. El frío ni siquiera le dejó terminar de cerrar los ojos al cabo primero Pascual.



Aeropuerto de Al-hoceima. Sector militar. Marruecos, 1 de enero de 2.014. 02.37 horas.

El teniente coronel Tahar era un buen soldado. Jamás se le hubiera ocurrido no cumplir una orden de sus superiores y hoy desde luego era el día menos indicado. De todas formas, eso no impedía que albergase todas las dudas posibles sobre todo aquello. Una guerra con España tendría unas consecuencias gravísimas en contra de Marruecos y ni siquiera Francia, podría echarles una mano a la hora de detener el aluvión de condenas que iban a surgir a partir del ataque. Y desde luego, la reacción militar española, que no le quedaba duda, que sería todo lo contundente que se pudiera.
Los motores de los Mirages 2000 estaban a punto desde hacía un par de minutos. El personal de tierra ya estaba a resguardo y tan solo le quedaba recibir la orden de la torre de control para salir. Entonces, la guerra habría empezado.

Comments:
Anq sea de forma simbolika: R.I.P.
 
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